PRINCETON – Hace casi dos décadas, el analista político Fareed Zakaria escribió un artículo profético llamado “El surgimiento de la democracia no liberal”, en el que expresaba su preocupación por la aparición de autócratas populares que no respetaban el Estado de derecho ni las libertades civiles. Escribió que aunque los gobiernos se elegían en procesos libres y justos, sistemáticamente violaban los derechos básicos de sus ciudadanos.
Desde que se publicó el artículo de Zakaria, las democracias no liberales se han convertido más en la regla que la excepción. Según cálculos de Freedom House, más del 60% de los países del mundo son democracias electorales – regímenes en los que partidos políticos compiten para llegar al poder en elecciones programadas regularmente – en comparación con el 40% a finales de los años ochenta. Sin embargo, la mayoría de estas democracias no ofrecen una protección igual bajo la ley.
Habitualmente son los grupos minoritarios (étnicos, religiosos, lingüísticos o regionales) quienes sufren la peor parte de las políticas y prácticas no liberales. No obstante, los opositores de cualquier signo corren el riesgo de ser censurados, perseguidos o encarcelados sin motivo.
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The Middle East will face its own unique set of challenges in the age of climate change, from changing rainfall patterns and water scarcity to heatwaves and wildfires. While most of the region recognizes the need for more investment to tackle these issues, closer cross-border cooperation will also be necessary.
wants to take advantage of a rare area of agreement in the region to advance green projects and investments.
Despite inadequate international support and a lack of access to COVID-19 vaccines, African governments and regional institutions have acquitted themselves well in responding to the pandemic. The task now is to build on these successes, making “health for all” an overarching whole-of-government priority.
propose a new holistic approach to designing policies, directing innovation, and investing in people.
PRINCETON – Hace casi dos décadas, el analista político Fareed Zakaria escribió un artículo profético llamado “El surgimiento de la democracia no liberal”, en el que expresaba su preocupación por la aparición de autócratas populares que no respetaban el Estado de derecho ni las libertades civiles. Escribió que aunque los gobiernos se elegían en procesos libres y justos, sistemáticamente violaban los derechos básicos de sus ciudadanos.
Desde que se publicó el artículo de Zakaria, las democracias no liberales se han convertido más en la regla que la excepción. Según cálculos de Freedom House, más del 60% de los países del mundo son democracias electorales – regímenes en los que partidos políticos compiten para llegar al poder en elecciones programadas regularmente – en comparación con el 40% a finales de los años ochenta. Sin embargo, la mayoría de estas democracias no ofrecen una protección igual bajo la ley.
Habitualmente son los grupos minoritarios (étnicos, religiosos, lingüísticos o regionales) quienes sufren la peor parte de las políticas y prácticas no liberales. No obstante, los opositores de cualquier signo corren el riesgo de ser censurados, perseguidos o encarcelados sin motivo.
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