El eje anti-Chávez de América Latina

BRUSELAS – El rescate de Ingrid Betancourt y otros 14 rehenes que habían estado en manos de las FARC por años marca más que un punto de inflexión en la larga guerra de Colombia contra sus guerrillas marxistas financiadas por el narcotráfico. También confirma el surgimiento de una nueva troika de líderes latinoamericanos -el Presidente colombiano Álvaro Uribe, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el presidente mexicano Felipe Calderón- que se han propuesto terminar con los carteles de la droga y los movimientos guerrilleros que desestabilizan a América Latina, así como aislar al principal gobernante demagógico de la región, el Presidente venelozano Hugo Chávez.

El estatus de Uribe como uno de los líderes históricos de América Latina estaba asegurado incluso antes del rescate de Betancourt y los demás rehenes. Uribe ganó una reelección sin precedentes hace dos años, con mayoría absoluta en la primera ronda. Sin embargo, está decidido a no negociar con las FARC acerca de los secuestros, y en lugar de ellos perseguir sin descanso a la insurgencia armada que asesinó a su padre, decisión que ha caracterizado su presidencia. En el proceso, ha transformado un país que estaba a punto de caer en manos de los barones de la droga y a pasos de convertirse en un estado fallido.

El profesionalismo de las fuerzas armadas colombianas, junto con la popularidad de Uribe y la floreciente economía, han dado, por primera vez en tres décadas, normalidad a las ciudades de Colombia y un cada vez mayor imperio de la ley en gran parte de sus vastas regiones selváticas. La persistencia de Uribe ha generado olas de deserciones en las FARC, que ahora tiene cerca de 9.000 guerrilleros, después de haber llegado a 16.000 en 2001. De hecho, muchos desertores de las FARC ahora prefieren luchar por su causa en las urnas bajo el nuevo referente de izquierdas, el Polo Alternativo Democrático.

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