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El laborismo, en la trampa racista

NUEVA YORK – Cuando la derecha acusa a la izquierda de antisemitismo, algo curioso está pasando. Al fin y al cabo, el odio a los judíos ha sido históricamente una patología de la derecha. Pero en Gran Bretaña, políticos conservadores y diarios de derecha como el Daily Telegraph se muestran indignados por el presunto antisemitismo de algunos diputados laboristas, pese a que los conservadores mismos no están exentos de xenofobia (especialmente hacia los musulmanes, e incluso hacia los europeos de otros países). Pero hay un motivo para esta hipocresía, y tiene mucho que ver con la percepción que se tiene de Israel.

En la izquierda, el antisemitismo suele darse como oposición fanática a las políticas israelíes hacia los palestinos. Cuando críticos del gobierno israelí hablan de “sionistas” en vez de “israelíes”, es señal casi segura de fanatismo. Un buen ejemplo es el exalcalde de Londres, Ken Livingstone. Que calificara a Hitler de protosionista no fue tanto un intento fallido de hacer un planteo histórico provocador, cuanto un insulto deliberado para desacreditar la existencia misma de Israel.

Si el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn (un ardiente antisionista), no ve nada de malo en un mural pintado en Londres en el que se retrata a unos malvados plutócratas de nariz ganchuda jugando al Monopoly sobre las espaldas desnudas de unos sufridos trabajadores, entonces es admisible ver una relación entre el elogio que hizo Corbyn de Hamás y una forma de antisemitismo más anticuada.

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