Cómo librarse del hábito del petróleo

La canciller Angela Merkel convirtió el tratamiento del cambio climático en una alta prioridad en la agenda de Alemania para sus presidencias de la UE y del G8, que comienzan en enero. He aquí una propuesta concreta, lo suficientemente general para que los líderes mundiales la consideren y la acepten, y lo suficientemente clara para que otros gobiernos y empresas la entiendan: nada más que fijar una fecha, en la próxima cumbre del G8, a partir de la cual los autos alimentados a petróleo ya no puedan circular más en los principales países industrializados.

Una decisión de esta naturaleza tendría un impacto económico y geopolítico altamente positivo. La verdadera causa de las preocupaciones de hoy en materia de energía no es la caída de las reservas mundiales de petróleo, sino más bien que la producción de petróleo interna de los grandes consumidores -Europa, Estados Unidos y China- decaerá en el preciso momento en que la creciente demanda asiática sature el mercado. Las reservas disponibles se concentrarán cada vez más en Oriente Medio, sencillamente porque la oferta en el resto de las regiones se agotará antes.

Es más, los principales exportadores de petróleo no están dispuestos a subordinar sus políticas de inversión a los requerimientos del mercado. Arabia Saudita intenta manejar su producción petrolera de manera independiente, mientras que Irán asusta a los potenciales inversores con sus obstáculos burocráticos y su corrupción. Irak padece una falta de seguridad y los inversores extranjeros en Rusia encuentran impedimentos a cada paso. Esos cuatro estados albergan la mitad de las reservas petroleras comprobadas del mundo y las dos terceras partes de lo que potencialmente se podría exportar. Todo esto, no los costos de producción, es la razón central de los elevados precios del petróleo y las peleas por cerrar contratos petroleros en Asia central y Africa.

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