Kerry versus Bush: ¿prevalecerá la razón?

Con más de 1.000 estadounidenses muertos en Irak y la enorme presión que ha significado la ocupación de este atribulado país para las tropas de EE.UU. en todo el mundo, está claro que, por primera vez en décadas, los problemas de política exterior pueden determinar el resultado de una elección presidencial en EE.UU. Los estadounidenses comunes y corrientes se están haciendo las mismas preguntas que la gente de todo el mundo: ¿cómo se debe usar la supremacía mundial de EE.UU.? ¿Qué precio se debe pagar para mantener esa supremacía? ¿Qué límites al uso del poderío militar de EE.UU. son aceptables o necesarios?

Desde hace mucho estas han sido las preguntas predominantes en el debate estratégico estadounidense. Pero, tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, se confundieron con otro debate, uno mucho más importante para un electorado de EE.UU. que se siente amenazado: ¿cómo pueden las alianzas e instituciones multilaterales proteger a los estadounidenses? La gran virtud de John Kerry ha sido el resistirse a confundir la demanda de seguridad y paz con los impulsos hegemónicos de EE.UU. como hiperpotencia.

Las corrientes nacionalistas y neoconservadoras que existen al interior de la administración Bush creen que la acción unilateral tiene mejores resultados para los intereses de EE.UU., ya que es la que menos limita su poder. Según esta visión, la seguridad de EE.UU. se puede garantizar mediante una acción militar estratégica, con aliados o sin ellos. De ahí la tendencia de la administración Bush de debilitar los lazos de las alianzas permanentes de EE.UU., lo que incluye los vínculos representados por la OTAN.

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