Virus que saltan

Los científicos anunciaron hace mucho que un virus de la gripe se propagaría -como parece estar ocurriendo ahora en Asia- de aves salvajes a seres humanos y causaría una pandemia, pero pocos predijeron la epidemia provocada el año pasado por el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS), neumonía causada por un coronavirus . Antes de 2003, los coronavirus ocupaban un lugar muy bajo en la escala de enfermedades humanas importantes, pues la mayoría tenían relación con el constipado común. Pero hace mucho que sabemos que los coronavirus pueden causar enfermedades espantosas en los animales domésticos. Simplemente, no hemos aprendido las enseñanzas que se desprendían de ellas.

De hecho, los acontecimientos de los dos últimos decenios -un simple ejemplo de los cuales es la propagación de los virus del SIDA del mono al hombre, seguida de su propagación mundial- deberían habernos convencido de que, por lo que se refiere a las enfermedades, lo inesperado sucederá. Al fin y al cabo, el "salto" de virus de animales salvajes a seres humanos es más común de lo que preferimos pensar.

Existen toda clase de cepas o variedades de virus, del mismo modo que existen perros de diferentes razas. Hace mucho que los veterinarios y los agricultores conocen un coronavirus que puede matar el 90 por ciento o más de las crías de cerdo de una granja. Menos sabido es que los gatos y los perros resultan infectados por un coronavirus que también puede causar enfermedades a los cerdos.

El coronavirus de los gatos puede causar una enfermedad abdominal y letal en esos animales, mientras que algunas cepas del coronavirus de los pollos causa a éstos una enfermedad del riñón y no una simple bronquitis. Sencillamente, no hay margen para la autocomplacencia en lo relativo a los virus... o -para el caso es lo mismo- a las bacterias.

La evolución -ya se trate de microbios o de seres humanos- entraña presiones en los márgenes, un avance mayor que ayer o que el año pasado, provocadas por la necesidad de encontrar fuentes suplementarias de alimento. Los seres humanos, a diferencia de otros seres, pueden desear también más de todo. Por la razón que sea, invadimos el espacio de los otros seres: por ejemplo, al talar bosques.

A medida que nos acercamos más a otros animales, sus virus quedan más cerca de nosotros. El resultado puede ser el mismo, si atrapamos, encerramos y vendemos animales salvajes, como, por ejemplo, gatos de algalia, lo que, al parecer, propició la aparición del SARS en los seres humanos.

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Cuando un virus ha estado asociado a su receptor durante mucho tiempo, muta y adquiere una forma que crece bien sin matar a su receptor, lo que sería un resultado absurdo desde el punto de vista evolutivo. Un ejemplo bien entendido es el de los virus de la gripe en aves salvajes, a las que los virus causan infecciones difíciles de detectar.

Pero, si un virus de la gripe salta de los patos, por ejemplo, a los pollos, puede tener consecuencias letales. El virus no está bien adaptado a los pollos y algunas de sus cepas "se salen de madre".

Es posible que el coronavirus que provoca el SARS no cause una enfermedad grave en los animales salvajes que son sus receptores naturales. Nuestro problema surgió cuando permitimos a los virus pasar de su hábitat normal a nosotros con la "cría" de gatos de algalia y otro animales.

Muchas enfermedades humanas provocadas por virus no llevan mucho tiempo entre nosotros, tal vez sólo de diez mil a veinte mil años. Lo más probable es que los virus procedieran de animales salvajes cuyo medio ambiente estaban invadiendo los hombres. En otras palabras, el brote de SARS no fue un acontecimiento nuevo.

Los investigadores chinos han detectado anticuerpos contra un virus parecido al que provoca el SARS en el dos por ciento de las personas de las que se tomaron muestras de sangre en 2001... un año antes de que apareciese la enfermedad por primera vez. Muchos vendedores de animales a los que se hicieron pruebas en 2003 en un mercado situado en el epicentro del brote de SARS tenían también los anticuerpos... una vez más sin historial de la enfermedad, lo que demuestra que el virus que provoca el SARS ha pasado de una especie a otra, de los animales a los hombres, en otras ocasiones y con consecuencias benignas.

La diferencia a finales de 2002 fue tal vez la de que las personas resultaron infectadas con una variante que "se salió de madre" y creció demasiado en seres humanos. Fue mala suerte. También es posible que -una vez más por casualidad- un virus benigno de los que provocan el SARS procedente de un gato de algalia mutara después de infectar a personas y se volviera muy virulento.

Los dos aspectos de esa hipótesis -que un virus salte a un receptor ajeno y después mute y adquiera una forma devastadora- son ya conocidos. Las aves acuáticas transmiten los virus de la gripe a los pollos, aunque el resultado no suele ser grave. Sin embargo, en algunas ocasiones el virus muta y adquiere una forma letal que puede matar a casi el 100 por ciento de sus víctimas. Se trata de un virus de la gripe muy virulento, como el que está devastando los pollos en ciertas zonas de Asia.

Este virus de la gripe ha "saltado" también de los pollos a quienes se ocupan de ellos y ha matado a algunas personas. Los virus de la gripe establecidos en los seres humanos durante varios decenios procedían de virus de las aves. El miedo crónico de las autoridades sanitarias es el de que, por casualidad, otro virus de la gripe propio de las aves mute y se propague de persona a persona y provoque una pandemia global.

El SARS humano podría no haberse propagado nunca en la medida en que lo hizo (matando a 800 personas y devastando economías), si se hubiera reconocido abiertamente el problema y la Organización Mundial de la Salud hubiese intervenido desde el principio. Fallos similares han exacerbado las consecuencias de la epidemia actual de gripe procedente de aves en Vietnam, Tailandia y otros países. Algunos países que tienen las mayores concentraciones de virus con "posibilidades de saltar" están mal pertrechados política, social e institucionalmente para que el mundo tenga confianza en ellos.

Los seres humanos seguirán presionando en nuestros límites actuales, ya sea por necesidad, curiosidad, placer o codicia, por lo que habrá sin lugar a dudas más saltos de virus. Debemos confiar en la OMS y sus asociados para que acudan a socorrernos, como tan admirablemente lo hicieron con el SARS. Pero quienes ejercen la medicina humana y veterinaria deben dejar de mantener una distancia mutua. Acontecimientos recientes han revelado con claridad meridiana lo que ya sabíamos: que los virus humanos y animales no son mutuamente excluyentes.

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