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Los vínculos para la recuperación del Japón

TOKIO – El maremoto recorrió la ciudad a la velocidad de ocho metros por segundo, la de un velocista con medalla de oro. La ola alcanzó una altura de 15 metros y se elevó por encima de las barras más altas para el salto de pértiga. Hubo barcos arrastrados hasta lo alto de colinas y automóviles que flotaron como barcos. Después de que pasara la ola, una caótica montaña de escombros fue lo único que quedó de Kamaishi, la ciudad con la siderurgia más antigua del Japón, en la prefectura de Iwate. Parecía Tokio después de los bombardeos con bombas incendiarias o Hiroshima y Nagasaki después de que cayeran las bombas atómicas.

Escenas similares se pueden encontrar en toda la región de Tōhoku, a lo largo de la costa de Sanriku en el Japón nordoriental. Por ejemplo, en la apacible ciudad rural de Rikuzentakata, con una población de 23.000 habitantes, se cree que 5.000 de sus 8.000 familias desaparecieron en el desastre. Los únicos edificios que permanecen en pie son el Ayuntamiento y un supermercado. El aeropuerto de Sendai, cerca de la costa, en la prefectura de Miyagi, ahora parece un puerto de mar.

El enorme terremoto que afectó a la región de Tōhoku el 11 de marzo, con una magnitud de 9 en la escala de Richter y su epicentro frente a la costa de Sanriku, fue el mayor de los documentados en la historia del Japón. El número de víctimas y la magnitud de los daños siguen siendo desconocidos, pero se espera que las pérdidas humanas superen las 23.000 y se calcula que los daños económicos ascenderán a unos 25 billones de yenes.

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