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La crisis de liderazgo de Japón

OSAKA – Después de haber visto un nuevo primer ministro cada año durante cinco años consecutivos, Japón acaba de evitar por poco tener su tercer primer ministro en 2010. El primer ministro Naoto Kan ha sido elegido presidente del gobernante Partido Democrático de Japón (PDJ), sobreviviendo al desafío planteado por Ichiro Ozawa, el hombre más influyente y poderoso del PDJ en bambalinas. Si Nan hubiera sido derrotado por Ozawa, también habría perdido su mandato.

Dado que los legisladores del PDJ están divididos en partes iguales, se está atribuyendo la victoria de Kan al respaldo recibido de los miembros generales y asociados del partido. Su voto estuvo más en línea con las recientes encuestas de opinión pública, que mostraban un apoyo popular de siete a dos a favor de Kan por sobre Ozawa.

Hace apenas tres meses, Kan fue elegido como el líder principal del PDJ para restablecer la imagen pública del partido, que se había visto seriamente dañada por los escándalos de financiamiento político que involucraron a su antecesor como primer ministro, Yukio Hatoyama, y por otro escándalo que salpicó a Ozawa. El mal manejo que hizo Hatoyama de las relaciones de Japón con Estados Unidos, centrado en la reubicación de una base de Marines en Okinawa, también había afectado la postura del PDJ.

Desde el momento en que el PDJ asumió el poder en 2009, a Kan tácitamente se lo consideraba el sucesor de Hatoyama, dado que era simultáneamente el viceprimer ministro y ministro del Tesoro de Hatoyama. En estos cargos, Kan evitó involucrarse en las dos cuestiones que habían jaqueado el mandato de Hatoyama: la polémica reubicación de la base y los debates sobre los recortes presupuestarios. Consecuentemente, se mantuvo alejado de la contienda entre el PDJ y los poderosos mandarines burocráticos de Japón, que desesperadamente intentaban salvaguardar el sistema burocrático de larga data en el que el otrora gobernante Partido Democrático Liberal (PDL) sancionó proyectos de ley y presupuestos redactados por los mandarines y patrocinados por el Gabinete durante cinco décadas de manera casi ininterrumpida.

Curiosamente, Kan, que ingresó a la política para desmantelar el antiguo sistema, ahora se pasó del lado de los mandarines. El PDJ sufrió una amarga derrota en las elecciones de la Cámara Alta este verano, después que Kan abruptamente propusiera un incremento significativo del impuesto al consumo, sumamente impopular. Ese incremento les iba a permitir a los mandarines del Tesoro seguir ejerciendo su poder a la hora de establecer la política fiscal, tornando al mismo tiempo innecesario derivar fondos presupuestarios de cuentas especiales para corporaciones públicas gigantescas, donde los burócratas que se jubilan aterrizan para desempeñar empleos lucrativos.

Es más, la estrategia de Kan en cuanto a la reubicación de la base revivió el antiguo plan del PDL, que el PDJ había denunciado anteriormente. El repliegue de Kan implica que los mandarines siguen teniendo las riendas de la política exterior y de defensa. Aún si Kan hubiera perdido la elección parlamentaria, los mandarines se habrían enfrentado a un PDJ debilitado. Como fuera, ganaron.

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No sorprende, entonces, que Hatoyama quisiera que Ozawa reemplazara a Kan, aunque Hatoyama insistió en que Ozawa renunciara cuando fue obligado a dimitir hace tres meses. Ambos se oponen abiertamente no sólo al incremento impositivo, sino también a la presencia continua de la base militar norteamericana en Okinawa.

Si bien está comprometido con la alianza bilateral entre Estados Unidos y Japón, Ozawa ha dicho que la seguridad de Japón requiere de la presencia continua sólo de la Séptima Flota de Estados Unidos, no de tropas terrestres de ese país. Evidentemente, intenta redefinir la relación, quizá con la idea de mejorar la libertad de maniobra de Japón en materia de política exterior y de seguridad.

A pesar de sus señales confusas, la postura de Ozawa no es ni pro-China ni anti-Estados Unidos, dado que recientemente hizo hincapié en la soberanía de Japón sobre las islas Senkaku como una parte integral de su territorio –una postura que China rechaza con firmeza-. Lógicamente, la estrategia de Ozawa implica un fortalecimiento militar significativo, aunque él no emite opinión respecto de cómo mantener una disuasión efectiva si los Marines de Estados Unidos se marchan de Okinawa.

La estrategia de status quo de Kan en lo que a la alianza se refiere no perdurará mucho tiempo, porque la torpeza de Hatoyama ha aumentado las expectativas de los residentes de Okinawa respecto de desalojar a los Marines. El actual gobernador probablemente impida toda construcción destinada a reubicar una base en la isla, ejerciendo un veto de facto, sobre todo en vista de la elección gubernamental que tendrá lugar a fines de noviembre. Sólo siendo evasivo respecto del plan de reubicación Kan podría calmar tanto al gobernador como al presidente estadounidense, Barack Obama, que según lo planeado debería reunirse con Kan en Tokio el mismo mes. Japón y Estados Unidos hoy sólo pueden acordar sobre lo que no se implementará.

El PDJ está atrapado entre la espada y la pared, y el mandato de Kan seguramente alcanzará un punto muerto. Como el PDJ no tiene ni mayoría en la Cámara Alta ni la mayoría de dos tercios en la Cámara Baja necesaria para invalidar los votos de la Cámara Alta, su gobierno no podrá sancionar los proyectos de ley de presupuesto y/o asignación para fines del corriente año fiscal, el 31 de marzo de 2011.

Si Ozawa hubiera devenido primer ministro, inevitablemente habría sido objeto no sólo de una obstrucción similar en las sesiones de la Dieta sino también de un interrogatorio sobre su escándalo financiero, con la amenaza de un procesamiento. Un gobierno de Ozawa sólo podría ser estable si pudiera formar una coalición amplia. Pero, dado el fuerte sentimiento público contra Ozawa, eso es imposible.

Mientras tanto, el desafío electoral de Ozawa ha dejado al PDJ más dividido que nunca. Para hacer frente a la Dieta, Kan tendrá que reconstruir la unidad del partido reemplazando al menos al jefe partidario anti-Ozawa o al primer secretario del Gabinete y, posiblemente, nombrando un ministro de Justicia por-Ozawa –vale decir, alguien que pueda bloquear el procesamiento de Ozawa en el escándalo del financiamiento-. Apaciguar a Ozawa, sin embargo, va en contra del sentimiento público y en detrimento de las esperanzas del PDJ de recuperar el respaldo popular.

Por el momento, la situación política de Japón es estable, pero eso sólo durará los próximos seis meses, como mucho. Se está acercando rápidamente el momento en que la población se desilusione por completo tanto del PDL como del PDJ, que conforman un sistema bipartidario sólo en teoría, en el que los legisladores cambian lealtades por razones centradas en el acercamiento o la enemistad con el PDL. Sin una amplia reorganización de los principales partidos políticos según líneas ideológicas, la política interior y exterior de Japón –incluyendo las relaciones con Estados Unidos- seguirán siendo un enredo.

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