Israel votó en una burbuja

TEL AVIV – Tras cuarenta años de ocupación israelí de los territorios palestinos, y cuatro años después de que el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu se comprometiera con la solución de dos estados, hemos asistido a una campaña electoral que se caracterizó por la total negación del dilema palestino de Israel y concluyó con otro mandato más para Netanyahu. Sí, el electorado restó poder a Netanyahu, pero la pérdida de apoyo que sufrió no fue una victoria para el campo de la paz, sino para un amorfo espectro de partidos de centro (concentrados en asuntos internos) y para la derecha religiosa anexionista.

Un país cuya economía moderna está plenamente integrada con el sistema global y cuyo conflicto con los palestinos lleva décadas atrayendo la atención de la prensa mundial y de las principales potencias del mundo votó como si estuviera en algún planeta lejano. Los partidos de centro hicieron campaña con la “justicia social”, con que los estudiantes religiosos “compartan la carga” del servicio militar (del que han estado exentos desde la fundación de Israel) y con la defensa de las luchas de la clase media del país.

En momentos en que las encuestas de opinión indican que el problema palestino preocupa solamente al 18% del electorado, el Partido Laborista (el mismo de Isaac Rabin y los Acuerdos de Oslo) se abstuvo tan siquiera de mencionar el proceso de paz, por temor a perder posibles votantes. La líder actual del laborismo, Shelly Yachimovich, fue más allá del fatalismo de su predecesor, Ehud Barak (quien mantenía que el conflicto palestino no tiene solución) y adoptó la política de la negación: no reconocer ni siquiera que hay un problema.

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