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Jerusalén, de mal en peor

AMÁN – Quien quiera entender las raíces del conflicto entre palestinos e israelíes sólo necesita hacer una visita a Jerusalén oriental. Los motivos principales pueden encontrarse reunidos allí. Tras cuatro años de estudio meticuloso y exhaustivo, Amnistía Internacional publicó hace poco un informe que muestra que en todas las áreas bajo control israelí, existen dos sistemas muy diferentes: uno que respeta los derechos, la igualdad y la libertad para los judíos israelíes; otro que niega los derechos, la igualdad y la libertad para los árabes palestinos.

Esta discriminación racial se ve a las claras en Sheij Yarrah. Después de la guerra de 1948, los refugiados palestinos de este vecindario de Jerusalén oriental vivieron en tiendas miserables hasta que Naciones Unidas, en cooperación con el gobierno jordano, acordó la construcción de hogares. Pero tras la ocupación de Jerusalén oriental en junio de 1967, Israel honró los reclamos indocumentados de judíos que afirman que tal o cual terreno perteneció a sus ancestros en el siglo XIX, negando al mismo tiempo los reclamos palestinos de casas y terrenos de los que sus padres y abuelos tuvieron que huir en el fragor de la guerra.

Para colmo de males, los colonos judíos, autodesignados custodios de los lugares, han obligado a cada vez más familias palestinas a abandonar sus hogares y así permitir su entrega a familias judías. Estos desalojos, ejecutados con ayuda del ejército israelí, son claras violaciones del derecho internacional. El Cuarto Convenio de Ginebra (sobre poblaciones civiles) aprobado tras la Segunda Guerra Mundial se creó con el propósito expreso de prohibir actos de limpieza étnica como los mencionados.

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