MADRID – El consenso general que surgió luego de la masacre del mes pasado en París parece ser que sólo se puede derrotar al Estado Islámico (ISIS) con una invasión terrestre de su "estado". Es un delirio. Aun si Occidente y sus aliados locales (los kurdos, la oposición siria, Jordania y otros países árabes sunitas) llegaran a un acuerdo respecto de quién proporcionaría el grueso de las tropas terrestres, el ISIS ya ha reformulado su estrategia. Ahora es una organización global con franquicias locales capaces de causar estragos en capitales occidentales.
De hecho, el ISIS siempre ha sido el síntoma de un problema más profundo. La desintegración del Oriente Medio árabe refleja la incapacidad de la región de encontrar un camino entre el nacionalismo secular en crisis que ha dominado su sistema estatal desde la independencia y una rama radical del Islam en guerra contra la modernidad. El problema fundamental consiste en una lucha existencial entre estados absolutamente disfuncionales y un tipo obscenamente salvaje de fanatismo teocrático.
Con esa lucha, en la que la mayoría de los regímenes de la región han agotado sus reservas ya limitadas de legitimidad, está colapsando un orden regional centenario. Por cierto, Israel, Irán y Turquía -todos países con mayorías no árabes- probablemente sean los únicos estados nación genuinamente cohesivos de la región.
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At the end of European Communism, there was a widespread, euphoric hope that freedom and democracy would bring a better life; eventually, though, many lost that hope. The problem, under both Communism and the new liberal dispensation, was that those pursuing grand social projects had embraced ideology instead of philosophy.
considers what an Albanian Marxist philosopher can tell us about liberty in today's world.
For the US, Slovakia's general election may produce another unreliable allied government. But instead of turning a blind eye to such allies, as President Joe Biden has been doing with Poland, or confronting them with an uncompromising stance, the US should spearhead efforts to help mend flawed democracies.
reflect on the outcome of Slovakia's general election in the run-up to Poland's decisive vote.
MADRID – El consenso general que surgió luego de la masacre del mes pasado en París parece ser que sólo se puede derrotar al Estado Islámico (ISIS) con una invasión terrestre de su "estado". Es un delirio. Aun si Occidente y sus aliados locales (los kurdos, la oposición siria, Jordania y otros países árabes sunitas) llegaran a un acuerdo respecto de quién proporcionaría el grueso de las tropas terrestres, el ISIS ya ha reformulado su estrategia. Ahora es una organización global con franquicias locales capaces de causar estragos en capitales occidentales.
De hecho, el ISIS siempre ha sido el síntoma de un problema más profundo. La desintegración del Oriente Medio árabe refleja la incapacidad de la región de encontrar un camino entre el nacionalismo secular en crisis que ha dominado su sistema estatal desde la independencia y una rama radical del Islam en guerra contra la modernidad. El problema fundamental consiste en una lucha existencial entre estados absolutamente disfuncionales y un tipo obscenamente salvaje de fanatismo teocrático.
Con esa lucha, en la que la mayoría de los regímenes de la región han agotado sus reservas ya limitadas de legitimidad, está colapsando un orden regional centenario. Por cierto, Israel, Irán y Turquía -todos países con mayorías no árabes- probablemente sean los únicos estados nación genuinamente cohesivos de la región.
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