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Fabio Giambiagi

Hay dos preguntas que en buena parte de América Latina los analistas se vienen haciendo en los últimos años. La primera es: Cuando va a acabar la fiesta de la abundancia de liquidez internacional? La segunda, a su vez, es: Qué va a pasar el día en que las cosas cambien? Y bien se podría incluir una tercera: El país se está preparando para cuando llegue ese día? En el caso de Brasil, la respuesta es ambigua.

Por un lado, es un hecho que, en materia de reformas, Brasil se quedó relativamente parado luego del inicio del Gobierno Lula. Cambios estructurales en temas como sistema tributario, reglas laborales o sistema jubilatorio simplemente brillaron por su ausencia. La métrica del mercado para evaluar a los Gobiernos depende de las condiciones de contexto. En situaciones críticas de la economía mundial, en el pasado, se le exigía a Brasil compromisos que muchas veces eran casi imposibles de cumplir, en función de la realidad política. Hoy, sin avanzar en prácticamente nada en materia de reformas, hay un relajamiento generalizado que empieza justamente en los mercados, totalmente satisfechos con Brasil a pesar de que temas como las distorsiones del sistema tributario, la rigidez laboral o la precocidad de las jubilaciones, siguen tan vigentes como antes.

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