coins on weigh scale William Voon/EyeEm/Getty Images

¿Puede una inversión ser demasiado eficiente?

CAMBRIDGE – En 1831, cuando Charles Darwin se embarcó en el Beagle para su viaje de exploración, que duró cinco años, los barcos navegaban con la ayuda de cronómetros, que mostraban la hora exacta en un lugar de referencia. Comparando esa hora con el mediodía según el tiempo solar local era posible determinar la longitud geográfica de la posición. Para mayor exactitud (puesto que el movimiento de las olas afectaba la medición del tiempo) cada nave tenía que llevar al menos tres cronómetros. El Beagle tenía 22.

Igual que el viajero decimonónico, el moderno ingeniero valora la redundancia, en la forma de mecanismos de respaldo infalibles (en general se considera que la provisión adecuada es por triplicado). Pero los economistas prefieren la eficiencia a la redundancia, una postura que, pese a sus méritos obvios, también tiene sus fallas.

Es verdad que sería una caricatura decir que la perspectiva económica desdeña la provisión de mecanismos de respaldo en sistemas cuya seguridad es crítica. Pero cuando se trata de decisiones de inversión, los economistas privilegian el uso más eficiente de los recursos de acuerdo con el análisis de costo‑beneficio.

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