US President-elect Joe Biden may have promised a “return to normalcy,” but the truth is that there is no going back. The world is changing in fundamental ways, and the actions the world takes in the next few years will be critical to lay the groundwork for a sustainable, secure, and prosperous future.
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WASHINGTON, DC – El informe Chilcot finalmente se dio a conocer este mes, siete años después de que el gobierno británico lo encomendara para "identificar lecciones" de la participación del Reino Unido en la guerra de Irak. Pero con el foco frenético en los errores de criterio del ex primer ministro Tony Blair y el proceso de hacer entrar al Reino Unido en esa guerra junto con Estados Unidos, se corre el riesgo de que las verdaderas lecciones nunca se aprendan.
Para muchos críticos, el fracaso de la guerra de Irak demuestra que las políticas exteriores intervencionistas de Occidente son inútiles e inmorales. Pero las intervenciones nunca se deberían evaluar en base al éxito o fracaso de la última. Esa lógica es la que llevó a la administración de Bill Clinton, luego del fracaso de la intervención estadounidense en Somalia en 1993, a no actuar al año siguiente para impedir el genocidio en Ruanda, que en retrospectiva podría haberse frenado con una acción bastante limitada.
En el caso de la guerra de Irak, la intervención mató a cientos de miles de iraquíes y destruyó al país, a la vez que le costó la vida a miles de soldados norteamericanos y británicos. Sin embargo, el legado trágico de la intervención iraquí hoy sigue en pie, porque ahora representa una moraleja contra todo tipo de intervención.
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