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Los peligros de la economía de los paradigmas

LONDRES – "La era del gran Estado ha llegado a su fin", proclamó en 1996 el entonces presidente Bill Clinton. Pero, hoy día, los multibillonarios planes de gasto del presidente Joe Biden sugieren precisamente lo contrario. Tras los políticos se posicionan los gurús de las políticas, ansiosos de plasmar sus nombres en – según la frase de moda– un nuevo "paradigma de política económica".

Los vendedores de paradigmas aún  no se han puesto de acuerdo sobre la etiqueta precisa para la era postpandemia, aunque abundan los eslóganes cuasi-publicitarios . Las naciones deberían "reconstruir mejor", pero solamente después de un "gran reseteo". El crecimiento económico solía ser algo muy bueno en sí mismo; hoy día no se lo puede mencionar frente a gente de buenos modales a menos que sea "inclusivo, equitativo y sostenible". (Entiendo por qué, pero ¿deben ir siempre juntos estos tres adjetivos?)

En efecto, la pandemia ha dejado al descubierto numerosas debilidades sociales y económicas que los gobiernos deberían haberse ocupado de rectificar hace mucho tiempo. Estados débiles e incapaces, infraestructura sanitaria muy insuficiente, redes de protección social desgastadas, mercados laborales que funcionan de manera deficiente –la lista es larga, y se aplica a la mayoría de las naciones en desarrollo, pero también a un sorprendente número de países ricos–. No hay mejor que una crisis para despertar a las autoridades aletargadas y neutralizar a los actores poderosos que impiden el cambio a través de la presión política.

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