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Encontrar un propósito en las humanidades

ADELAIDA – Son tiempos difíciles para las artes y las letras. Entre los temas de las artes liberales hay demasiados que la gente percibe como desfasados e irrelevantes. ¿Quién puede darse el lujo de invertir cuatro años de estudio para centrarse en la sabiduría de la civilización maya o los matices de la poesía japonesa? En una adaptación del famoso aforismo que Churchill compartió en 1939 sobre la forma de entender a Rusia, los estudiantes enfrentan hoy una pandemia envuelta en una revolución tecnológica y dentro de una crisis climática.

Me enorgullece ser un académico de las humanidades, y creo que el conocimiento que mis colegas y yo impartimos es fundamental para preparar a los estudiantes para las incertidumbres del futuro. Como quedó claro en los últimos cinco años, hasta los expertos técnicos mejor informados fácilmente pueden errar en sus predicciones. Las humanidades, que hacen foco en la infinita variedad de experiencias humanas, ofrecen el mejor seguro contra los excesos de confianza de los pronosticadores.

Pero para dar una justificación práctica a las humanidades —especialmente cuando buscamos apoyo político— no alcanza con repetir lo que ya sabemos que es cierto. En Australia, un gobierno poco comprensivo apuntó a las humanidades y aumentó significativamente el costo que deben pagar los estudiantes que se dedican a ellas. La meta explícita es enviarles una señal de mercado: es mejor que dediquen su tiempo a dominar temas «con salida laboral inmediata» en las disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática. Según el ministro de educación en ese momento, Dan Tehan, quien no estaba tan orgulloso de su título en humanidades, la política salvaría a los estudiantes del tipo de educación que «casi me costó la oportunidad de conseguir trabajo».

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