La homofobia en México

Nunca falla. Después de pronunciar una conferencia o impartir un curso sobre la homosexualidad, en los que haya explicado por extenso por qué no se puede seguir considerándola una enfermedad, las preguntas son siempre las mismas: "¡Cuáles son los síntomas?" ¿"Tiene cura?" "¿Cómo podemos evitarla en nuestros hijos?" Incluso, en alguna ocasión: "¿Es contagiosa?"

Tropiezo con esas preguntas en todas partes: en Ciudad de México y en provincias; en programas de radio y en recintos universitarios; entre personas comunes y corrientes, estudiantes de psicología y profesionales sanitarios. En México sigue existiendo el convencimiento de que la homosexualidad es una enfermedad, además de un problema social que se debe erradicar. Siempre existe la presunción de que los homosexuales son fundamentalmente diferentes de "nosotros, las personas normales".

Resulta fácil plasmar esas opiniones en acciones. Con una media de 35 asesinatos, según los datos oficiales (los cálculos oficiosos ascienden al triple), México es el segundo país del mundo, después del Brasil, por el número de delitos cometidos contra homosexuales. Los intentos de legalizar una forma limitada de matrimonio homosexual fueron aplastados en tres ocasiones en el congreso local de Ciudad de México tanto por los partidos de izquierdas como por los de derechas.

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