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Por qué Zoom no puede salvar al mundo

CAMBRIDGE – Antes del COVID-19, el gasto en viajes de negocios alcanzaba un total de 1,5 billones de dólares al año (aproximadamente el 1,7% del PIB mundial). Ahora se redujo al mínimo, dado que los países han cerrado sus fronteras y se ha afianzado el distanciamiento social. Los aviones han permanecido en tierra, los hoteles están cerrados y los ejecutivos no ganan millas por ser viajeros frecuentes. Muchos empleos en el sector del turismo y de la hospitalidad están sintiendo las consecuencias. Pero si sólo se tratara de esto, el impacto, por más grande que fuera, probablemente sería mucho menor que la caída en el turismo internacional general, y fácilmente reversible una vez que terminara la pandemia.

Lamentablemente, una investigación que hice en conjunto con Frank Neffke de Harvard y Michele Coscia de la Universidad IT de Copenhague, recién publicada en la revista académica Nature Human Behavior, determina que el impacto de interrumpir los viajes de negocios puede ser mucho mayor y más duradero. Para entender los motivos, antes debemos empezar por preguntarnos por qué los viajes de negocios eran tan grandes y por qué venían creciendo a un ritmo tres veces mayor que el PIB global, a pesar de la existencia de Skype, Facetime, WhatsApp o simplemente el email –todas ellas herramientas que anteceden tanto al COVID-19 como a Zoom.

¿Tenía todo que ver con privilegios ejecutivos o esos 1,5 billones de dólares eran esencialmente dinero bien invertido? Si fuera así, ¿cuál es la razón que los justifica y cuáles son las implicancias de que esas actividades hoy estén restringidas?

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