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Cómo mejorar el acceso a medicinas esenciales

DÜSSELDORF – En todo el mundo hay cada vez más consenso en que la seguridad sanitaria es el fundamento del crecimiento económico. Los pueblos sanos están en mejores condiciones para producir, comerciar e innovar; las enfermedades conllevan cargas para el presupuesto público y riesgos que desalientan el intercambio económico. Este razonamiento aparece en incontables informes de la Unión Europea, e incluso se abre paso en Estados Unidos, pese a la estrategia internacional aislacionista del gobierno del presidente Donald Trump.

En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), bajo su nuevo director general, Tedros Ghebreyesus, tiene una oportunidad única para encarar reformas que se necesitan con urgencia. La respuesta de la OMS al brote de ébola que se produjo en África occidental entre 2014 y 2016 es considerada un fracaso. Y con la aparición de nuevas enfermedades como el zika (sumada al regreso de antiguos enemigos, como la peste bubónica) es indudable que buena parte de la humanidad sigue a merced de la biología. Además, la globalización agravó el riesgo, al facilitar la difusión de enfermedades transmisibles. Hoy un brote de gripe como el de 1918 a 1920, que mató a entre 50 y 100 millones de personas, sería incluso más devastador.

Para prevenir una catástrofe de esa naturaleza, necesitamos una estrategia integral para el fortalecimiento del suministro de atención médica en países de ingresos bajos y medios. En particular, estos países necesitan ayuda para la mejora del suministro de fármacos y del manejo de enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes, que imponen una carga enorme a sus economías.

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