RAMALÁ – Cuando los representantes de las dos mayores facciones palestinas, Fatah y Hamás, firmaron un nuevo acuerdo de reconciliación en El Cairo el 12 de octubre, la atención principal no estaba en los firmantes, el miembro del Comité Central de Fatah Azzam al-Ahmad y el Vicepresidente del Politburó de Hamás Saleh al-Arouri. En su lugar, todas las miradas se dirigían al hombre detrás de ellos: Khaled Fawzy, jefe del Directorado de Inteligencia General de Egipto.
La ceremonia, celebrada en las oficinas centrales de la agencia de inteligencia, fue organizada enteramente por los egipcios, para quienes la reconciliación es un paso más hacia un objetivo mayor. Como señala el acuerdo en su inicio, surgió de la “insistencia” del Presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi de poner fin a las divisiones entre los palestinos, “con miras a crear un estado independiente” siguiendo las fronteras previas a 1967.
El liderazgo de Egipto en este proceso elevará su reputación en el mundo árabe, reforzando su posición como peso pesado regional. El acuerdo entre Hamás y Fatah ya ha avanzado hacia eso, al tiempo que da al gobierno de Sisi un muy necesario empujón de moral.
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For decades, US policymakers have preferred piecemeal tactical actions, while the Chinese government has consistently taken a more strategic approach. This mismatch is the reason why Huawei, to the shock of sanctions-focused American officials, was able to make a processor breakthrough in its flagship smartphone.
warns that short-termism will never be enough to offset the long-term benefits of strategic thinking.
With a democratic recession underway in many countries, one now commonly hears talk of democratic “backsliding” on a global scale. But not only is that term misleading; it also breeds fatalism, diverting our attention from potential paths out of the new authoritarianism.
thinks the language commonly used to describe the shift toward authoritarianism is hampering solutions.
Ashoka Mody
explains the roots of the lack of accountability in India, highlights shortcomings in human capital and gender equality, casts doubt on the country’s ability to assume a Chinese-style role in manufacturing, and more.
RAMALÁ – Cuando los representantes de las dos mayores facciones palestinas, Fatah y Hamás, firmaron un nuevo acuerdo de reconciliación en El Cairo el 12 de octubre, la atención principal no estaba en los firmantes, el miembro del Comité Central de Fatah Azzam al-Ahmad y el Vicepresidente del Politburó de Hamás Saleh al-Arouri. En su lugar, todas las miradas se dirigían al hombre detrás de ellos: Khaled Fawzy, jefe del Directorado de Inteligencia General de Egipto.
La ceremonia, celebrada en las oficinas centrales de la agencia de inteligencia, fue organizada enteramente por los egipcios, para quienes la reconciliación es un paso más hacia un objetivo mayor. Como señala el acuerdo en su inicio, surgió de la “insistencia” del Presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi de poner fin a las divisiones entre los palestinos, “con miras a crear un estado independiente” siguiendo las fronteras previas a 1967.
El liderazgo de Egipto en este proceso elevará su reputación en el mundo árabe, reforzando su posición como peso pesado regional. El acuerdo entre Hamás y Fatah ya ha avanzado hacia eso, al tiempo que da al gobierno de Sisi un muy necesario empujón de moral.
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