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Crecimiento en la economía budista

NUEVA YORK – Acabo de regresar de Bután, el reino del Himalaya cuya belleza natural, riqueza cultural e introspección inspiradora resultan incomparables. Desde la singularidad del reino hoy surge un conjunto de cuestiones económicas y sociales que son de un interés apremiante para todo el mundo.

La geografía escarpada de Bután favoreció el surgimiento de una población denodada de agricultores y pastores, y ayudó a fomentar una sólida cultura budista, estrechamente conectada en historia con el Tíbet. La población es escasa –aproximadamente 700.000 personas en un territorio del tamaño de Francia- con comunidades agrícolas enclavadas en valles profundos y unos pocos pastores en las altas montañas. Cada valle está resguardado por un dzong (fortaleza), que incluye monasterios y templos que datan, en su totalidad, de siglos atrás y que exhiben una combinación dominante de arquitectura sofisticada y bellas artes.

La economía de agricultura y vida monacal de Bután fue autosuficiente, pobre y aislada hasta hace pocas décadas, cuando una serie de monarcas excepcionales empezaron a guiar al país hacia la modernización tecnológica (caminos, electricidad, atención médica moderna y educación), el comercio internacional (principalmente con la vecina India) y la democracia política. Lo que resulta increíble es la actitud reflexiva con la que Bután aborda este proceso de cambio y cómo el pensamiento budista guía esa actitud. Bután se formula el interrogante que todos deben formularse: ¿cómo se puede combinar la modernización económica con la solidez cultural y el bienestar social?

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