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Riesgos inflacionarios en Estados Unidos

NEW HAVEN – Era inevitable. Estamos a las puertas de otro período alcista en el ciclo de inflación en Estados Unidos. Desde la Gran Desinflación de principios de los ochenta, cuando el incremento anual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) se hundió desde 14,7% en marzo de 1980 hasta 2,4% en julio de 1983, la inflación se mantuvo generalmente en una banda relativamente estrecha, entre el 1% y el 5%, durante un cuarto de siglo. En momentos de debilidad económica, cayó al extremo inferior de la banda, y cuando la economía se fortaleció a fines de los ochenta, fines de los noventa y durante los dos mil antes de la crisis, trepó al extremo superior. Es lo que ocurre ahora.

Que durante este ciclo la pauta haya tardado en aparecer no es extraño: se debe más que nada a la extraordinaria debilidad de la recuperación económica post‑crisis. Pero ahora una confluencia de fuerzas globales e internas empieza a generar presiones inflacionarias, y es probable que se mantenga por algún tiempo, lo que planteará un desafío a la Reserva Federal, supeditada a un mandato de estabilidad de precios. Además, la reciente volatilidad de acciones y bonos indica que estos riesgos también pueden resultar problemáticos para los mercados financieros.

Las fuerzas globales que plantean riesgo de inflación en Estados Unidos tienen que ver no sólo con la presencia de un período alcista del ciclo económico mundial, sino también con crecientes fricciones comerciales que afectan seriamente la estabilidad de las CGV: las cadenas globales de valor (o de suministro). El aumento de importancia de las CGV llevó a una internacionalización de la inflación. En términos económicos, esto implica que para evaluar el riesgo de inflación ya no basta tener en cuenta sólo la “brecha de producción” interna (diferencia entre el PIB real y el potencial o de pleno empleo), sino que también hay que observar la brecha internacional. Cabe señalar que una investigación reciente del Banco de Pagos Internacionales halló que una brecha global de producción de alrededor de 1% (exactamente la registrada en todas las economías avanzadas los últimos cinco años) implica un 0,9% de reducción de la inflación.

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