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Evitar un desastre económico es la parte fácil

LONDRES – Contra mis expectativas iniciales, la difusión mundial del coronavirus COVID‑19 no está siguiendo las trayectorias relativamente benignas que se vieron en China fuera de Wuhan y de la provincia de Hubei, y en Corea del Sur, Singapur y el resto de Asia. En vez de eso, la trayectoria de difusión en Europa (y muy probablemente también en Estados Unidos) se parece cada vez más a la que hubo en Hubei.

Esto plantea el riesgo de un desastre médico y económico. Pero aunque para evitar una crisis de salud pública tal vez ya sea demasiado tarde, las autoridades todavía están a tiempo de implementar las medidas fiscales y monetarias necesarias para prevenir una catástrofe económica. Para eso tendrán que ir mucho más allá de las medidas monetarias anunciadas por la Reserva Federal de los Estados Unidos y las rebajas de impuestos y transferencias en efectivo indiscriminadas que ha propuesto la administración Trump hasta ahora.

Al principio yo esperaba que la cantidad de casos en los países de la Unión Europea convergiera hacia entre diez y cien pacientes por millón de personas, como se ha visto en Asia fuera de Hubei, y que en Estados Unidos se diera una pauta más o menos similar. Pero la realidad es que en Italia, Francia, España y otros países de la UE la tasa de cambio de la aceleración (segunda derivada de la velocidad, o lo que en la jerga matemática se conoce como «sobreaceleración») no está disminuyendo como en Wuhan y en el resto de China a esta altura de la epidemia.

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