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Los ecos globales de un casi colapso británico

LONDRES – Ahora que los responsables de las políticas del mundo se reúnen en Washington para las Reuniones Anuales del Fondo Monetario Internacional, hay una curiosidad histórica a tener en cuenta. Aproximadamente cada 15 años desde los años 1930, Gran Bretaña ha experimentado una crisis financiera otoñal y un cambio de régimen de políticas que ha presagiado trastornos globales unos años más tarde.

Gran Bretaña abandonó el patrón oro en septiembre de 1931; Estados Unidos siguió sus pasos en 1933. La devaluación de la libra esterlina de septiembre de 1949 puso fin a las esperanzas de posguerra de un sistema monetario genuinamente multilateral y confirmó la hegemonía del dólar. La segunda devaluación de la libra esterlina de posguerra, en noviembre de 1967, generó una reacción en cadena que culminó con el desmantelamiento por parte del presidente estadounidense Richard Nixon del sistema monetario de Bretton Woods en 1971. El rescate de Gran Bretaña por parte del FMI en septiembre de 1976 desacreditó la economía keynesiana y condujo a la elección de Margaret Thatcher, inspirando la revolución monetarista de Paul Volcker y Ronald Reagan. La disolución del mecanismo de tipo de cambio europeo el “miércoles negro” en septiembre de 1992 obligó a Francia, Italia, España y Grecia a aceptar el predominio económico de Alemania en Europa. Y la corrida contra el prestador hipotecario más agresivo de Gran Bretaña, Northern Rock, en septiembre de 2007, se convirtió en un modelo para la crisis financiera global un año más tarde.

Gran Bretaña acaba de sufrir su última convulsión financiera. Los casi colapsos de la libra, del mercado de bonos gubernamentales del país y de su sistema de pensiones probablemente se repitan en todo el mundo de varias maneras inesperadas.

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