MÚNICH – Hace unos meses Alemania se preparaba para un duro invierno. Cuando Rusia cortó la provisión de gas natural a Europa y los precios más que se duplicaron, los funcionarios alemanes advirtieron que podía haber cortes eléctricos y suspensiones escalonadas del servicio. Se dice que algunas ciudades planeaban convertir instalaciones deportivas en «salones calefaccionados» para pobres y ancianos, y los medios especulaban sobre el racionamiento energético... pero esas predicciones no se materializaron. Frente a un desafío histórico, Alemania demostró tener una capacidad de recuperación superior a la que muchos le atribuían.
De todas formas, el país sigue en pánico. En vez de preocuparse por conseguir calentadores de gas, sin embargo, los alemanes siguen atribulados por el fantasma de la desindustrialización. No pasa un día sin que algún medio informativo o instituto de investigación prediga que los cierres de fábricas y el auge de China llevarán al país a la ruina. El banco estatal Kreditanstalt für Wiederaufbau advirtió recientemente que Alemania enfrenta «una era de prosperidad decreciente». Y Yasmin Fahimi, directora de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB), advirtió que la crisis energética conducirá a la desindustrialización y los despidos masivos.
Mientras tanto, el Centro Europeo de Investigaciones Económicas (ZEW) de Mannheim afirmó que Alemania es la «gran perdedora» de la economía mundial actual: ocupa el puesto 18 entre los 21 países industriales de su índice de competitividad. Otros expertos advirtieron que la suba de los costos energéticos obligará a las empresas manufactureras a mudar sus operaciones a Europa Oriental y Estados Unidos en respuesta al proteccionismo estadounidense.
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Humanity has now developed AI algorithms capable of fully decoding a killer bug’s proteins and creating an effective antibiotic. Was there ever any doubt that conglomerates like Amazon would seize upon this opportunity to shrink workplaces along their supply chain where AI predicts a higher probability of unionization?
shows how an AI-driven biomedical breakthrough could rob workers of what little power they have left.
In a rapidly digitalizing world, central banks are staring down a future in which they may lack the tools necessary to manage crises, and in which they may no longer be able to protect their monetary sovereignty. They should recognize that digital currency is a source of institutional salvation.
thinks governments must embrace central bank digital currencies or risk a fundamental loss of control.
MÚNICH – Hace unos meses Alemania se preparaba para un duro invierno. Cuando Rusia cortó la provisión de gas natural a Europa y los precios más que se duplicaron, los funcionarios alemanes advirtieron que podía haber cortes eléctricos y suspensiones escalonadas del servicio. Se dice que algunas ciudades planeaban convertir instalaciones deportivas en «salones calefaccionados» para pobres y ancianos, y los medios especulaban sobre el racionamiento energético... pero esas predicciones no se materializaron. Frente a un desafío histórico, Alemania demostró tener una capacidad de recuperación superior a la que muchos le atribuían.
De todas formas, el país sigue en pánico. En vez de preocuparse por conseguir calentadores de gas, sin embargo, los alemanes siguen atribulados por el fantasma de la desindustrialización. No pasa un día sin que algún medio informativo o instituto de investigación prediga que los cierres de fábricas y el auge de China llevarán al país a la ruina. El banco estatal Kreditanstalt für Wiederaufbau advirtió recientemente que Alemania enfrenta «una era de prosperidad decreciente». Y Yasmin Fahimi, directora de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB), advirtió que la crisis energética conducirá a la desindustrialización y los despidos masivos.
Mientras tanto, el Centro Europeo de Investigaciones Económicas (ZEW) de Mannheim afirmó que Alemania es la «gran perdedora» de la economía mundial actual: ocupa el puesto 18 entre los 21 países industriales de su índice de competitividad. Otros expertos advirtieron que la suba de los costos energéticos obligará a las empresas manufactureras a mudar sus operaciones a Europa Oriental y Estados Unidos en respuesta al proteccionismo estadounidense.
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