Angela Merkel Gabriel Rossi/Getty Images

Alemania hace valer su billetera

BERLÍN – La semana pasada, el ministro alemán de asuntos exteriores Sigmar Gabriel interrumpió sus vacaciones en el Mar del Norte para responder al encarcelamiento en Turquía de un activista alemán por los derechos humanos. Gabriel alertó a los turistas alemanes acerca de los riesgos de visitar Turquía, y aconsejó a las empresas alemanas pensar muy bien antes de invertir en un país cuyas autoridades parecen cada vez menos comprometidas con el Estado de derecho.

Esto supone un cambio de la política alemana hacia Turquía, y reafirma su papel de gran potencia económica. El anuncio de Gabriel provocó escozor en el gobierno turco, porque recordó la respuesta del presidente ruso Vladimir Putin cuando en 2015 Turquía derribó un avión ruso de combate. Las sanciones impuestas por Rusia costaron 15 000 millones de dólares a la atribulada economía turca, y finalmente obligaron al presidente turco Recep Tayyip Erdoğan a un humillante pedido de disculpas.

Pero mientras la agresiva respuesta de Putin no sorprendió a nadie, la de Alemania supone una ruptura respecto de un estilo diplomático generalmente más conciliador.

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