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Aprendiendo de Bill Gates

NUEVA YORK – Todos -desde las autoridades electas y los burócratas hasta los votantes y los contribuyentes- pueden aprender de la fundación de beneficencia más grande del mundo sobre un gasto efectivo en desarrollo. Y estas lecciones son particularmente relevantes en un momento en que el 56% de los europeos creen que sus gobiernos deberían centrarse exclusivamente en las cuestiones domésticas y dejar que los países receptores se ocupen de sus problemas como mejor puedan (la oposición a la ayuda es inclusive mayor en Francia, Polonia, Italia, Hungría y Grecia).

El periódico dominical de mayor circulación del Reino Unido recientemente lanzó una petición instando a poner fin al gasto en ayuda reservada (por un equivalente del 0,7% del ingreso nacional). Antes de su victoria electoral, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hizo campaña en contra de "enviar ayuda extranjera a países que nos odian", haciéndose eco de una opinión generalizada de que hay que recortar la ayuda. Estados Unidos asigna menos del 1% del presupuesto federal a la ayuda, pero el norteamericano promedio cree que esta cifra es 31 veces mayor.

La Fundación Bill & Melinda Gates gasta más cada año en ayuda para el desarrollo que la mayoría de los gobiernos ricos. A diferencia de los gobiernos elegidos, que enfrentan prioridades contrapuestas, que van desde cuestiones diplomáticas hasta el sentimiento de los contribuyentes, la Fundación Gates puede centrarse en lo que mejor funciona. Esto no puede resultar más evidente que en el boletín anual que acaban de divulgar Bill y Melinda, en el que le explican al empresario Warren Buffett en qué se invierte la donación de 30.000 millones de dólares que le hizo a su fundación -el mayor regalo que alguna vez haya recibido de una sola persona-. Ellos se concentran en tres áreas específicas de inversión: vacunación, contracepción y alimentación.

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