41dcfa02f863878c1ce06a00_pa3483c.jpg Paul Lachine

¿De la Argentina a Atenas?

NEWPORT BEACH - Fijemos la escena: un enfoque de política económica cada vez más desacreditado da lugar a una creciente oposición social y política, protestas callejeras y violencia, desacuerdos entre los acreedores oficiales y una creciente preocupación entre los acreedores privados sobre la posibilidad de un impago caótico. En medio de todo esto, las autoridades se comprometen a más de las mismas duras medidas de austeridad que han sido incapaces de poner en práctica durante dos años. Los acreedores oficiales expresan su escepticismo, en privado y en público, pero se tapan las narices y se preparan para desembolsar otro paquete de ayuda en lo que temen sea un pozo sin fondo.

¿Suena familiar? Debería, pero no sólo porque se refiere a Grecia hoy en día. También es lo que la Argentina enfrentó en 2001. A menos que Europa reflexione sobre las principales lecciones de esa experiencia, los paralelos que se extienden a Grecia también pueden llegar a incluir una catástrofe financiera, un profundo colapso de la producción, y agitación social y política.

Me acuerdo bien de 2001. Trabajaba en la sección de Mercados Emergentes de PIMCO, donde seguíamos de cerca los acontecimientos en Argentina. En agosto de ese año, el país volvía a mendigar al Fondo Monetario Internacional más dinero para evitar la suspensión de pagos. Las autoridades estaban dispuestas a entrar en otra serie de compromisos, a sabiendas de que prometían una y otra vez más de lo que cumplían, y que el país no había hecho ningún avance en cuanto al restablecimiento del crecimiento, la detención del declive de su competitividad y el freno al aumento de la deuda .

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