El resistible regreso de Nicolas Sarkozy

PARÍS – El ex Primer Ministro de Gran Bretaña Harold Wilson dijo en cierta ocasión que una semana es mucho tiempo en política. Si es así, para las elecciones presidenciales de Francia que se celebrarán en 2017 falta una eternidad y cualquier elucubración en este momento es prematura e incluso imprudente. Aun así, algunos acontecimientos preliminares son dignos de consideración: en particular, los relativos a las impresiones públicas sobre el Presidente Hollande y su predecesor, Nicolas Sarkozy, ninguno de los cuales ganaría probablemente en unas elecciones hoy en día.

La desaprobación del electorado francés es una de las pocas cosas que Hollande y Sarkozy, hombres con personalidades y actitudes sorprendentemente diferentes, tienen en común. En realidad, Hollande fue elegido en 2012 precisamente porque se presentó como el “anti-Sarkozy”. Hoy día, una mayoría importante de los votantes franceses no puede soportar la perspectiva de ver a ninguno de esos dos dirigentes en las pantallas de sus televisores durante cinco años más (ésta es la duración de un mandado presidencial francés). Tanto Hollande como Sarkozy han quedado relegados a la categoría de “titular en ejercicio, pero no deseado”.

Algunos podrían achacar el rechazo de Hollande y Sarkozy por parte de Francia a los problemas que afronta la Europa actual. Dada la galopante desconfianza respecto de los políticos y la generalizada frustración que inspira el estado de la economía, sería difícil que ningún dirigente –excepto tal vez en Alemania– pudiera hacer campaña con éxito con miras a su reelección.

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