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El G20 debe renovar el compromiso con el COVAX

GINEBRA – Ha pasado un año desde que la comunidad internacional dio su apoyo al Fondo de Acceso Global para Vacunas contra la COVID‑19 (COVAX), una iniciativa mundial para poner fin a la fase aguda de la pandemia. Se creó con el objetivo de que todos los países (y no sólo los que cuentan con dinero o recursos suficientes) pudieran acceder a vacunas en cuanto estuvieran disponibles. Los ministros de salud del G20 que se reúnen en Roma los días 5 y 6 de septiembre están en posición de asegurar que el COVAX cumpla su misión.

Hace un año, nadie sabía si sería posible desarrollar una vacuna segura y eficaz contra la COVID‑19 ni cuándo (por no hablar de las veinte que ya existen). Pero desde las primeras entregas internacionales que hizo en febrero, el COVAX (un acuerdo de asociación entre la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias, la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y Gavi, la Alianza para la Vacunación) entregó más de 235 millones de dosis a 139 países, y prevé entregar otros mil millones en el cuarto trimestre (sólo China, la India y Estados Unidos superan estas cifras). Este inicio para la campaña de vacunación más grande y compleja de la historia ha dado esperanzas a millones de personas, y sienta cimientos sólidos para la respuesta a futuras pandemias.

Pero a estas alturas, se tendría que haber podido hacer mucho más. Es inaceptable que sólo el 1,8% de los habitantes de países de bajos ingresos hayan recibido la primera dosis de una vacuna contra la COVID‑19, contra 82% en los países de ingresos altos y medianos altos. Esta desigualdad sorprendente, destructiva en términos de vidas humanas, es también irracional desde el punto de vista económico: según los últimos cálculos, la lentitud en el despliegue de las vacunas ya costó 2,3 billones de dólares.

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