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El riesgoso experimento de inflación de Turquía

WASHINGTON, DC – La política monetaria en la mayoría de las economías hoy está anclada en una meta de inflación explícita, porque poner una meta a la estabilidad de precios ha resultado efectivo tanto para los países desarrollados como para los mercados emergentes. Hasta que las alteraciones relacionadas con la pandemia en las cadenas de suministro y en los mercados laborales comenzaron a alimentar un alza rápida de los precios, la inflación estaba muy por debajo de la meta en las economías importantes y, tarde o temprano, la pregunta de qué hacer en esas situaciones reaparecerá.

El economista norteamericano del siglo XX Irving Fisher tenía una respuesta. La ortodoxia económica dicta que los banqueros centrales deberían aumentar las tasas de interés nominales cuando la inflación supera la meta de los responsables de las políticas económicas. Después de todo, aumentar las tasas de interés reduce el endeudamiento y el gasto, enfriando la economía y frenando la inflación.

Fisher, sin embargo, sostenía que cuando la inflación es demasiado baja, los bancos centrales deberían aumentar sus metas para las tasas de interés nominales. Argumentaba que existe una correlación positiva entre las tasas de interés nominales y la inflación. Esta relación, conocida como el efecto Fisher, puede ser vista en los datos económicos. Los macroeconomistas modernos interpretan que la causalidad se traslada de la inflación a las tasas de interés nominales.

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