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Los inmigrantes no deben ser los chivos expiatorios de la pandemia

NUEVA YORK – Seamos claros: la COVID-19 se difundió inicialmente por el mundo gracias a viajeros adinerados que volvían a sus hogares de cruceros, vacaciones de esquí en el exterior y conferencias internacionales, pero muchos prefieren culpar equivocadamente a los inmigrantes en su lugar, a menudo con atroces consecuencias.

Por ejemplo, las milicias yemeníes esta primavera atacaron a miles de inmigrantes etíopes, acusándolos de difundir el coronavirus. Arabia Saudita expulsó a inmigrantes africanos masivamente y hubo caseros chinos que echaron a africanos de sus hogares en la ciudad de Cantón. Estados Unidos también deporta regularmente a inmigrantes centroamericanos y caribeños a sus países de origen, a menudo después de que se infectaran en las instalaciones de detención estadounidenses. Malasia arrestó a cientos de inmigrantes indocumentados —entre ellos, a refugiados rohinyás— mientras no sorprende que miembros del gobierno del primer ministro indio Narendra Modi hayan culpado a los musulmanes por llevar el virus a la India.

El uso de los inmigrantes como chivos expiatorios es en sí una pandemia. No solo resulta inmoral, sino que atenta contra nuestra capacidad para controlar al virus e ignora el papel fundamental de los inmigrantes en esas tareas. Incluso cuando ahora se reconoce a muchos inmigrantes como trabajadores esenciales, ellos (y muchos grupos minoritarios) sufren desproporcionadamente por la COVID-19, con tasas de contagio que a menudo duplican o triplican las de otros grupos, principalmente por estar expuestos a condiciones de trabajo inseguras y de explotación.

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