The 'mobile library' project in Nigeria STEFAN HEUNIS/AFP/Getty Images

La educación salvó mi vida

NUEVA YORK – Mi familia fue asesinada antes de que yo aprendiera a atarme los zapatos. Cuando era un niño pequeño en Sierra Leona, los años de mi infancia que deberían haber sido divertidos y libres de preocupaciones, los pasé luchando en una guerra que no me pertenecía. Para mí, la infancia fue una pesadilla; escapar de dicha pesadilla parecía algo eternamente imposible. Sin embargo, cuando la guerra terminó oficialmente, en el año 2002, comencé a encontrar formas de recuperarme. Una de las más importantes fue una oportunidad que no podría haber imaginado en mi calidad de enojado y analfabeto soldado de nueve años: la escuela.

Soy prueba viviente del poder transformador de la educación. Gracias al trabajo arduo y a la buena suerte, logré graduarme de la escuela secundaria y luego de la universidad. Ahora, en sólo unos meses, comenzaré mis clases de posgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Fordham, un destino inimaginable para la mayoría de los ex niños-soldados de mi país.

Y, sin embargo, a lo largo de mi breve trayectoria educativa, una pregunta siempre me ha causado inquietud: ¿por qué la suerte desempeñó un papel tan crucial? Al fin y al cabo, se supone que la educación es un derecho humano universal. Si sólo fuera así de simple.

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