¿La represión financiera llegó para quedarse?

LONDRES – Hay varias definiciones de represión financiera -y los represores y los reprimidos tienden a ver las cosas de manera diferente-. Pero lo que la represión financiera normalmente implica es mantener las tasas de interés por debajo de su nivel de mercado natural, en beneficio de los prestatarios y a costa de los ahorristas. Quienes piden dinero prestado suelen ser gobiernos, y en muchas economías emergentes, el Estado ha financiado sus extravagancias pagándoles a los depositantes bancarios tasas de interés irrisorias.

Pero en los últimos siete años, desde que los bancos centrales en los países desarrollados bajaron sus tasas base a casi cero, hemos visto una versión de represión financiera en el Primer Mundo. Un reciente informe de investigación de la aseguradora Swiss Re describe quién ganó y quién perdió como consecuencia de ello, y cuestiona la sustentabilidad de las políticas implementadas por instituciones como la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra.

El argumento del informe es que mientras que la motivación manifiesta por una política monetaria excesivamente laxa podría ser resguardarse de la inflación y promover el crecimiento económico en un momento de demanda débil, las tasas bajas de interés también ayudan a los gobiernos a financiar su deuda a muy bajo costo. Es más, cuando ingresamos al octavo año de flexibilización agresiva, empiezan a aparecer consecuencias no intencionadas -principalmente burbujas de precios de activos, una mayor desigualdad económica (ya que los inversores más adinerados capaces de conservar sus acciones se benefician a expensas de los pequeños ahorristas), y el riesgo de una inflación más alta en el futuro.

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