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En defensa de la Fed

NEW HAVEN – Por muchos años no fui entusiasta de las políticas de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Pese al gran aprecio personal que le tengo a mi primer empleador, y el reconocimiento de todo lo que me dio en cuanto a entrenamiento profesional y estímulo intelectual el hecho de trabajar allí, la Fed había perdido el rumbo. De burbuja en burbuja, de crisis en crisis, se fueron acumulando razones convincentes para cuestionar la custodia de la economía estadounidense por parte de la Fed.

Pero ahora parece haber un cambio. A pesar de los aullidos de protesta de los participantes del mercado y las rumoreadas amenazas inconstitucionales de un presidente estadounidense desquiciado, hay que felicitar a la Fed por su firme compromiso con la “normalización” de la política monetaria. Por fin le hace frente al monstruo que su anterior presidente Alan Greenspan soltó hace más de 30 años: la “opción de Greenspan”, que proveyó de apoyo asimétrico a los mercados financieros al flexibilizar agresivamente la política monetaria en los malos tiempos y permitir la efervescencia de los mercados en los buenos.

Desde la debacle bursátil del 19 de octubre de 1987, los inversores se acostumbraron a dar por sentado que nunca les faltaría el apoyo de la Fed, política que se justificó diciendo que era coherente con lo que en general se considera el eje de su mandato dual: la estabilidad de precios. Con una inflación promedio (según el Índice de Precios al Consumidor) del 2,1% en los 20 años previos a 2017, cifra a tono con aquel mandato, la Fed se vio en la práctica liberada para tratar de estimular el crecimiento.

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