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Taiwán y los fantasmas de la historia

NUEVA YORK – ¿Estaría dispuesto Estados Unidos a arriesgarse a una catastrófica guerra con la República Popular China (RPC) para proteger a la República de China (RC), más conocida como Taiwán? El presidente Joe Biden presentó su visión con claridad la semana pasada. Entiende la rivalidad entre la RPC y EE. UU. como un conflicto mundial entre la democracia y la autocracia (y la RC es, indudablemente, una de las democracias asiáticas más exitosas).

En 1954 el presidente Dwight D. Eisenhower amenazó con usar armas nucleares luego de que China bombardeara un islote rocoso cerca de la costa de Taiwán, cuando la RC todavía era una dictadura militar. Pero las cosas eran distintas en ese entonces, EE. UU. estaba obligado a defender a Taiwán debido a un tratado. Esto cambió después de 1972, cuando el presidente Richard M. Nixon aceptó que Taiwán era parte de «una sola China» y el presidente Jimmy Carter anuló el tratado en 1979. La posibilidad de que EE. UU. se embarcara en una guerra por Taiwán se convirtió en una cuestión sujeta a lo que hace mucho Henry Kissinger bautizó como «ambigüedad estratégica».

Por ello, los compromisos militares estadounidenses en el Mar de la China Oriental son muy peculiares. Un tratado de defensa firmado con Japón obliga a EE. UU. a defender unas pocas rocas deshabitadas llamadas islas Senkaku (o islas Diaoyutai, en China), pero no a la democracia de Taiwán y sus 23 millones de habitantes.

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