velasco118_SHAH MARAIAFP via Getty Images_afghanistansociety Shah Marai/AFP via Getty Images

Introducción a la construcción de naciones

LONDRES – Después de la debacle de Afganistán, algunos sostienen que las fuerzas occidentales podrían haber tenido éxito si solo hubieran salido del búnker e interactuado más con los grupos locales. Otros arguyen que, sin los hábitos cívicos y la cultura de cooperación indispensables para que un Estado funcione, todos los esfuerzos dirigidos a construir una nación en lugares como Afganistán están destinados al fracaso. Las dos posturas son engañosas, si no erróneas.

La primera prueba para rebatir a los escépticos es que se han construido naciones, y no solo en sociedades homogéneas como Japón y Escandinavia. India se las arregló para desarrollar una democracia dinámica, a pesar de su traumática partición, tamaño colosal, y plétora de lenguas y grupos étnicos. Brasil posee una fuerte identidad nacional e instituciones democráticas que funcionan, pese a una aguda desigualdad de ingresos y a profundas divisiones regionales y étnicas. Estados Unidos superó una guerra civil en la que pereció uno de cada 40 de sus habitantes.

Estos tres ejemplos también constituyen la primera prueba para rebatir a los optimistas ingenuos: la construcción de una nación no es tarea para extranjeros. Es prácticamente imposible encontrar en la historia el caso de un estado-nación cohesivo y que funciona que haya sido importado a punta de pistola. Mahatma Gandhi, Abraham Lincoln y los demócratas brasileños como Fernando Henrique Cardoso no solo eran locales, sino que se dedicaron a instituir prácticas y símbolos locales de los valores compartidos.

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