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El dilema de Dublín para la Unión Europea

BRUSELAS – La política europea sigue dominada por tensiones en torno de la inmigración. En Italia, el ministro del interior Matteo Salvini (un agitador populista) monopoliza la atención de la opinión pública con sus casi diarios arrebatos contra los inmigrantes. Su par alemán, Horst Seehofer, también creó una crisis en la coalición de gobierno que integra para conseguir nuevas medidas contra los solicitantes de asilo que intentan entrar a Alemania desde Austria. Salvini y Seehofer aseguran que a sus países los dejaron solos en la lucha contra la inmigración ilegal, y que eso los obliga a concentrarse en buscar soluciones nacionales, no europeas. Se equivocan.

Lo cierto es que la acción de la Unión Europea ha sido fundamental para la reducción de los flujos de llegada irregulares, que han disminuido considerablemente desde el ingreso masivo de refugiados sirios a través de Grecia y Hungría en 2015. Gracias al acuerdo que la UE firmó con Turquía en marzo de 2016, muy pocas personas hoy están cruzando hacia Grecia. La cantidad de llegadas a Italia también es sólo una fracción del total del año pasado. En conjunto, los cruces ilegales a la UE se han reducido a unos 100 000 al año, contra más de un millón de personas que se calcula llegaron en 2015.

Es una cifra claramente manejable, dado que la población de la UE supera los 500 millones. Sin embargo, algunos políticos siguen explotando la cuestión migratoria, que se mantiene viva en las noticias por algunos arribos muy visibles (en particular, el numeroso contingente de migrantes rescatados frente a la costa de Libia).

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