US President-elect Joe Biden may have promised a “return to normalcy,” but the truth is that there is no going back. The world is changing in fundamental ways, and the actions the world takes in the next few years will be critical to lay the groundwork for a sustainable, secure, and prosperous future.
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MUNICH – En su primer discurso anual sobre el «estado de la Unión» este mes, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen confirmó que la Unión Europea, con su Pacto Verde, fijó el rumbo hacia una nueva y omnipresente forma de intervención gubernamental en la economía. Aparentemente los burócratas de Bruselas creen que ellos —y solo ellos— conocen los mejores caminos tecnológicos para crear un futuro sostenible.
Han diseñado entonces planes de amplio espectro para dirigir la economía de acuerdo con sus ideas. Los mecanismos para asegurar el cumplimiento incluirán mayores restricciones a las emisiones de dióxido de carbono de los automóviles (infligiendo así un golpe mortal a la industria automotriz tradicional); subsidios dirigidos; y una taxonomía para la «verdosidad» de los proyectos de inversión privada que, junto con las acciones complementarias del Banco Central Europeo, implicarán de hecho una diferencia en las tasas de interés a las que las empresas pueden endeudarse en Europa en el mercado de capitales.
Al adoptar este enfoque, los políticos de la UE afirman saber cosas sobre los costos para evitar las emisiones de CO2 que en realidad desconocen, pero como están gastando el dinero de otra gente en vez del propio, no tienen incentivos para buscar métodos posiblemente menos onerosos para evitar o reducir las emisiones. La fe ingenua en la sabiduría y honestidad de los planificadores centrales —atracción fatal que creímos haber superado 1989— vuelve a asomar su fea cabeza una vez más en Europa.
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