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El momento de la verdad de las fusiones bancarias europeas

BARCELONA – Hace tiempo que han pasado los días en que los banqueros podían pagar un 3% de interés sobre los fondos depositados por sus clientes, prestar al 6% y alcanzar a llegar al campo de golf antes de las 3 p.m. (la regla del “3-6-3”). Si bien algunos banqueros parecen no querer ver las inminentes amenazas a sus negocios, el hecho es que los bancos están en aprietos, a juzgar por sus decepcionantes valoraciones (en términos las proporciones de precio/valor contable) y sus bajas proyecciones de rentabilidad actuales y futuras.

En el mundo anterior a la pandemia, las bajas tasas de interés, la competencia del sector de las tecnofinanzas (las denominadas fintech) y los crecientes costes de cumplir con la normativa se contaban entre las mayores amenazas al sector. Desde la crisis financiera de 2008-09, el sector bancario europeo en particular ha tenido que cargar con un exceso de capacidad y una baja rentabilidad. Y ahora el COVID-19 no ha hecho más que empeorar las cosas, eliminando toda esperanza de que las tasas de interés aumenten en un futuro previsible.

Según Andrea Enria, jefe de la Junta Supervisora del Banco Central Europeo, los préstamos impagos podrían ascender a los 1,4 billones de euros ($1,7 billones) en la eurozona como resultado de la actual crisis. Más aún, la pandemia de COVID-19 ha acelerado el proceso de digitalización, lo que ha puesto todavía más presión sobre el sistema bancario tradicional. Los clientes y los bancos han descubierto que resulta fácil operar a distancia, lo que ha hecho que las sucursales bancarias europeas parezcan incluso más numerosas de lo que ya eran. Tendrán que ir reduciéndose mucho más pronto que lo previsto.

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