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Europa y el nuevo imperialismo

PARÍS – Hace un siglo, Lenin escribió que el imperialismo se define por cinco características fundamentales: concentración de la producción; fusión de capital financiero e industrial; exportación de capital; carteles transnacionales; y división territorial del mundo entre las potencias capitalistas. Hasta hace poco sólo los bolcheviques más acérrimos consideraban pertinente esa definición. Pero ya no es así: la descripción de Lenin parece cada vez más exacta.

Hace unos pocos años, se daba por sentado que la globalización diluiría el poder de mercado y estimularía la competencia. Y se esperaba que una mayor interdependencia económica evitaría conflictos internacionales. Si había que citar autores de principios del siglo XX, estos eran Joseph Schumpeter, el economista que identificó la “destrucción creativa” como fuerza motora del progreso, y el estadista británico Norman Angell, quien sostuvo que la interdependencia económica había vuelto obsoleto el militarismo. Sin embargo, nos encontramos ahora en un mundo de monopolios económicos y rivalidad geopolítica.

El primer problema halla su máxima expresión en los gigantes tecnológicos estadounidenses, pero en realidad está muy difundido. Según la OCDE, la concentración de mercado aumentó en una variedad de sectores, lo mismo en Estados Unidos que en Europa; y China está creando megaempresas nacionales con apoyo estatal todavía más grandes. En cuanto a la geopolítica, parece que Estados Unidos abandonó la esperanza de que la integración de China a la economía global llevaría a su convergencia política con el orden liberal occidental establecido. Como expresó con crudeza el vicepresidente estadounidense Mike Pence en un discurso de octubre de 2018, Estados Unidos ahora ve a China como un rival estratégico en una nueva era de “competencia entre grandes potencias”.

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