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¿Será Europa el mayor perdedor del mundo?

BERLÍN – La era de estabilidad global posterior a 1945 está muerta y enterrada. Desde el mundo bipolar dominado por Estados Unidos que la reemplazó, nos hemos beneficiado ampliamente con ese un sentido de orden estratégico. Aunque hubo muchas guerras más pequeñas (e, incluso, otras de mayor magnitud), como las de Corea y Vietnam, pasando por Oriente Medio y Afganistán, en general el sistema internacional se mantuvo estable e intacto.

Sin embargo, desde comienzos del nuevo milenio esta estabilidad ha dado cada vez más pie a una renovada rivalidad entre grandes potencias, especialmente Estados Unidos y China. Más todavía, desde hace tiempo ha estado claro que aumentará la influencia política y estratégica de India, Brasil, Indonesia, Sudáfrica, Arabia Saudí, Irán y otras economías emergentes, así como sus papeles en el sistema global. En el contexto de una profundización del conflicto entre China y EE.UU., estas potencias en ascenso tendrán muchas oportunidades para enfrentar entre sí a las dos superpotencias del siglo veintiuno. En efecto, muchas de estas oportunidades serán demasiado buenas como perdérselas.

Mientras tanto, en Rusia las elites políticas nadan infructuosamente en fantasías de restaurar el alcance y el peso geopolíticos de la Unión Soviética, y del Imperio Ruso anterior a ella. Bajo el Presidente Vladimir Putin, el gobierno ruso ha apuntado cada vez más a revertir el legado inmediato de la era posterior a la Guerra Fría. En contraste, Occidente -es decir, EE.UU. y la Unión Europea tras su ampliación desde 2004- ha adherido al arreglo básico posterior a la Guerra Fría en Europa. Para tal fin, se ha mantenido comprometido con la defensa de valores básicos como el derecho de los países a la autodeterminación y la inviolabilidad de las fronteras reconocidas internacionalmente.

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