Europa y sus inconformes

LONDRES: La ola de protestas callejeras por parte de campesinos, pescadores y conductores de camiones franceses en contra de los altos precios de la gasolina dominan los espacios informativos en televisión y diarios. Si Europa se dirige hacia un otoño y un invierno de inconformidad, sin embargo, no se debe tanto a que los transportistas franceses estén bloqueando las refinerías del país sino a que algunos asuntos políticos clave de la agenda europea se están saliendo de control, sobre todo en Alemania y Gran Bretaña.

De hecho, en cierto sentido las protestas en Francia son reconfortantemente familiares. Las manifestaciones callejeras (o, como dicen los franceses: „Amanif”) son parte tradicional del vocabulario político de ese país, y las de hoy se están llevando a cabo de acuerdo con las líneas acostumbradas. En esta ocasión, el gobierno socialista de Lionel Jospin hizo un intento tardío por ejercer mayor firmeza que la habitual, pero por lo demás, es una historia conocida: alarmante para los extranjeros, pero no muy sorpresiva ni perturbadora para los franceses.

En contraste, los acontecimientos recientes en Alemania son menos tradicionales y más preocupantes. Primero, la racha de ataques neo-nazis en contra de extranjeros que ocuparon los encabezados hace poco cuando tres jóvenes “cabezas rapadas” fueron acusados y sentenciados por el asesinato de un hombre negro proveniente de Mozambique. En cierto sentido este no es un fenómeno nuevo. En la última década, 90 personas murieron a consecuencia de ataques antiinmigrantes en Alemania; y estos ataques parecen relacionarse directamente, primero con el colapso de la economía de Alemania oriental después de la reunificación, y segundo con una enorme oleada de refugiados, sobre todo de los Balcanes.

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