LONDRES – El mundo tecnológico generó abundantes noticias de portada en 2022. En octubre, Elon Musk compró Twitter (una de las principales plataformas de comunicación pública de periodistas, académicos, empresas y gobiernos) y procedió a despedir a la mayor parte del personal de moderación de contenido, indicando al hacerlo que la empresa iba a usar inteligencia artificial en su reemplazo.
Luego, en noviembre, un grupo de empleados de Meta reveló que habían diseñado un programa de IA capaz de vencer a la mayoría de los humanos en el juego de estrategia Diplomacy. En Shenzhen (China), el gobierno está usando la tecnología de «gemelos digitales» con miles de dispositivos móviles conectados a 5G para monitorear y gestionar los flujos de personas y automóviles y el consumo de energía en tiempo real. Y con la última versión del modelo lingüístico predictivo ChatGPT, muchos han declarado el fin de la tesis estudiantil.
En síntesis, fue un año en el que inquietudes serias respecto del diseño y el uso de las tecnologías se profundizaron para dar lugar a dudas aun más urgentes. ¿Quién tiene el control? ¿Quién debería tenerlo? Se necesitan políticas e instituciones públicas que velen por que las innovaciones impliquen mejoras para el mundo; pero hoy, muchas tecnologías se desarrollan en un vacío. Necesitamos estructuras de gobernanza con sentido de misión inclusivas y centradas en un auténtico bien común. Gobiernos provistos de las capacidades necesarias pueden guiar esta revolución tecnológica para que sirva al interés público.
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Sergei Guriev
assesses the strength of the Russian president’s grip on power, predicts that Xi Jinping’s embrace of personalist rule will lead to policy missteps, urges the West to pursue a strategy of “adversarial engagement” toward modern dictators, and more.
Artificial intelligence is being designed and deployed by corporate America in ways that will disempower and displace workers and degrade the consumer experience, ultimately disappointing most investors. Yet economic history shows that it does not have to be this way.
worry that the technology will be deployed to replace, rather than empower, humans.
LONDRES – El mundo tecnológico generó abundantes noticias de portada en 2022. En octubre, Elon Musk compró Twitter (una de las principales plataformas de comunicación pública de periodistas, académicos, empresas y gobiernos) y procedió a despedir a la mayor parte del personal de moderación de contenido, indicando al hacerlo que la empresa iba a usar inteligencia artificial en su reemplazo.
Luego, en noviembre, un grupo de empleados de Meta reveló que habían diseñado un programa de IA capaz de vencer a la mayoría de los humanos en el juego de estrategia Diplomacy. En Shenzhen (China), el gobierno está usando la tecnología de «gemelos digitales» con miles de dispositivos móviles conectados a 5G para monitorear y gestionar los flujos de personas y automóviles y el consumo de energía en tiempo real. Y con la última versión del modelo lingüístico predictivo ChatGPT, muchos han declarado el fin de la tesis estudiantil.
En síntesis, fue un año en el que inquietudes serias respecto del diseño y el uso de las tecnologías se profundizaron para dar lugar a dudas aun más urgentes. ¿Quién tiene el control? ¿Quién debería tenerlo? Se necesitan políticas e instituciones públicas que velen por que las innovaciones impliquen mejoras para el mundo; pero hoy, muchas tecnologías se desarrollan en un vacío. Necesitamos estructuras de gobernanza con sentido de misión inclusivas y centradas en un auténtico bien común. Gobiernos provistos de las capacidades necesarias pueden guiar esta revolución tecnológica para que sirva al interés público.
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