Involucrar a los islamistas

La victoria masiva de Hamas en las elecciones parlamentarias de Palestina sorprendió a gran parte del mundo, pero los resultados no deberían haber sido tan asombrosos. En efecto, la hora del triunfo de Hamas es parte de un patrón regional que va en aumento.

Hace cuatro años, el Partido de la Justicia y la Prosperidad, de tendencia islámica, ganó la mayoría en las elecciones parlamentarias y formó un gobierno. Un mes después, un partido de nombre similar en Marruecos, el Parti de la Justice et du Development (PJD), quedó en tercer lugar en las elecciones legislativas. En diciembre pasado, la Hermandad Islámica en Egipto (prohibida legalmente desde 1954) obtuvo resultados igualmente sorprendentes, al recoger 20% del voto popular y 88 escaños en el Parlamento, lo que lo hace el principal bloque opositor al partido gobernante de Mubarak, el Partido Nacional Democrático (PND). El Hizballah en Líbano y los partidos chiítas en Iraq también han tenido un buen desempeño en las elecciones.

Pese a este aval democrático, la mayoría de los gobiernos occidentales se han mostrado reacios a relacionarse con estos partidos o a prepararse para que los islamistas lleguen el poder a través de las urnas. La ironía es obvia: los islamistas, que parecen recelosos de una democracia que consideran una trama occidental, tomaron la promoción de la democracia en el mundo islámico por parte del presidente George W. Bush más seriamente que los amigos autocráticos de Estados Unidos -y posiblemente más en serio que el mismo Bush. En su primera conferencia de prensa tras la victoria de Hamas, resultó claro que Bush no sabía qué decir para responder a este "acontecimiento inesperado".

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