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Flotación sucia en mercados emergentes

LONDRES – Decir una cosa y luego hacer otra. Esa fraseresume a la actual ortodoxia en las economías emergentes con respecto al manejo del tipo de cambio. Se supone que los países deben usar la tasa de interés para alcanzar una meta inflacionaria y dejar que el tipo de cambio flote libremente. En la práctica, los bancos centrales asiáticos y latinoamericanos suelen intervenir en los mercados cambiarios comprando y vendiendo reservas internacionales, además de tomar otras medidas con el objeto de limitar la volatilidad de sus monedas.

Será más difícil mantener esta ficción sobre la política cambiaria después del memorable discurso que pronunció Agustín Carstens, Gerente General del Banco de Pagos Internacionales (BPI), la semana pasada en la nueva Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics. El BPI, a menudo considerado el bastión de la ortodoxia, sostiene que es preciso actualizar la ortodoxia reinante. Con seguridad los mercados pondrán atención.

Basar la política monetaria en metas de inflación se ha traducido en logros importantes, los que Carstens debidamente enumeró. Ha contribuido a bajar las tasas de inflación en la mayoría de los mercados emergentes. Además, ha ayudado a reducir lo que los economistas llaman el pass-through del tipo de cambio –el impacto inmediato que las depreciaciones del tipo de cambio tienen sobre la inflación nacional–.

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