Abrazando al imperio

Bernard Kouchner, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Francia, tiene una extensa y distinguida trayectoria como defensor de la intervención en países donde se abusa de los derechos humanos. Como co-fundador de Médicos Sin Fronteras, declaró que "estamos estableciendo el derecho moral a interferir en el país de otros". El asesinato masivo de los ciudadanos iraquíes por parte de Saddam Hussein es la razón por la que apoyó la guerra en Irak. Siempre habría que ser cuidadoso cuando se atribuyen motivos a las opiniones de los demás. Pero el propio Kouchner dijo en repetidas ocasiones que el asesinato de sus abuelos judíos rusos en Auschwitz inspiró su intervencionismo humanitario.

Uno puede o no estar de acuerdo con las políticas de Kouchner, pero sus motivos son ciertamente impecables. El hecho de que a muchos intelectuales judíos prominentes en Europa y Estados Unidos -muchas veces, al igual que Kouchner, con un pasado izquierdista- les simpatice la idea de usar la fuerza armada norteamericana para impulsar la causa de los derechos humanos y la democracia en el mundo puede tener el mismo origen. Cualquier fuerza es justificable si se trata de evitar otra Shoah, y quienes eludan su obligación de respaldar una fuerza de este tipo no son considerados mejores que los que colaboran con el mal.

Si estuviéramos menos perseguidos por los recuerdos del apaciguamiento del régimen nazi, y del genocidio subsiguiente, a la gente tal vez no le preocuparían tanto los derechos humanos como le preocupan hoy. Y de ninguna manera todos aquellos que trabajan para proteger los derechos de los demás invocan los horrores del Tercer Reich para justificar la intervención armada anglo-norteamericana.

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