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¿Culpar a los economistas?

BERKELEY – Ahora que somos testigos de lo que parece ser la decadencia histórica de Occidente, vale la pena preguntar qué papel podrían haber desempeñado los economistas en los desastres de la década pasada.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta 2007, los líderes políticos occidentales al menos actuaban como si les interesara alcanzar el pleno empleo, una estabilidad de precios, una distribución aceptablemente justa del ingreso y la riqueza y un orden internacional abierto en el que todos los países se beneficiaran del comercio y las finanzas. Es verdad, estos objetivos siempre estuvieron en tensión, a punto tal que a veces ponemos los incentivos para el crecimiento antes que la igualdad de ingresos, y la apertura antes que los intereses de trabajadores o industrias específicos. Sin embargo, el impulso general del diseño de políticas fue hacia los cuatro objetivos.

Luego llegó 2008, cuando todo cambió. El objetivo del pleno empleo quedó fuera del radar de los líderes occidentales, aunque no había ni una amenaza de inflación ni beneficios adicionales que se pudieran obtener gracias a una mayor apertura. De la misma manera, el objetivo de crear un orden internacional que les sirviera a todos fue sumariamente abandonado. Ambos objetivos se sacrificaron con la intención de restablecer las fortunas de los súper ricos, quizá con la esperanza remota de que la riqueza algún día “se derramara hacia abajo”.

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