¿Mal y de Malas en Estados Unidos?

Durante la mayor parte de la última década el mundo ha sido aleccionado por los estadounidenses que proclamaban la perfección de la economía de Estados Unidos (EEUU): su enfoque en la competencia, la laxa regulación laboral y una modesta red de seguridad social, todo lo cual supuestamente generaba dinamismo y altas tasas de crecimiento.

A los europeos continentales se les dijo que siguieran el modelo estadounidense y liberalizaran los mercados laborales, para que los negocios que quieren contratar gente puedan hacerlo sin perder dinero y para que los trabajadores desempleados que encuentran nuevos trabajos no vean cómo sus salarios son debilitados por recortes a las compensaciones del Estado de Bienestar. A los japoneses se les dijo que socializaran las pérdidas en las que incurrió su sistema bancario cuando reventó la burbuja de Japón, que entonces reprivatizaran aquellas de sus partes que todavía pudieran tener éxito como empresas funcionales y que liquidaran el resto. A los Tigres de Asia del Este se les dijo que abandonaran el modelo germanojaponés de sistema financiero basado en la banca universal y adoptaran el modelo angloamericano basado en mercados financieros líquidos. También se les advirtió que debían hacer un mejor trabajo al regular su sistema financiero.

A otros países en desarrollo se les dijo que sus barreras comerciales, su amor por las finanzas inflacionarias, su incapacidad para reducir la evasión fiscal y su falta de gobiernos lo suficientemente fuertes para proteger los derechos de propiedad y de contratación contra los notables locales, los bandidos organizados y, lo más importante, sus propios funcionarios, estaban impidiéndoles participar en la nueva cornucopia económica global.

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