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CAMBRIDGE – Durante su campaña, el presidente electo de Estados Unidos cuestionó las alianzas e instituciones que apoyaban el orden mundial liberal, pero no hizo demasiada mención a políticas específicas. Quizás el interrogante más importante que plantea su victoria sea si la extensa fase de globalización que comenzó al finalizar la Segunda Guerra Mundial esencialmente terminó.
No necesariamente. Aún si los acuerdos comerciales como el Acuerdo Transpacífico y el TTIP fracasan y la globalización económica se desacelera, la tecnología está promoviendo una globalización ecológica, política y social en la forma de cambio climático, terrorismo transnacional y migración -le guste o no a Trump-. El orden mundial excede a la economía y el papel de Estados Unidos allí sigue siendo central.
Con frecuencia, los norteamericanos no entendemos bien cuál es nuestro lugar en el mundo. Oscilamos entre el triunfalismo y el derrotismo. Después de que los soviéticos lanzaron el Sputnik en 1957, creímos que estábamos en decadencia. En los años 1980, pensábamos que los japoneses medían 3 metros. En el período posterior a la Gran Recesión de 2008, muchos norteamericanos por error creyeron que China se había vuelto más poderosa que Estados Unidos.
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